TIPO DE TEXTO: DESCRIPTIVO
TIPO DE DESCRIPCIÓN: SUBJETIVA
TEMA: DESCRIPCIÓN DE UNA COMIDA FAVORITA USANDO LOS CINCO SENTIDOS
ESTRUCTURA:
1) INTRODUCCIÓN: Presentamos el alimento que vamos a describir. Podemos añadir su procedencia, quién lo ha cocinado o alguna circunstancia especial.
2) CUERPO DE LA DESCRIPCIÓN.
-De forma ordenada, describiremos el alimento: primero desde el olfato y la vista (se puede empezar con uno o con otro). Si es una fruta o algo que se pueda coger con la mano, también su tacto.
-En otro párrafo, detallaremos las características del alimento en la boca: las sensaciones auditivas, gustativas y táctiles (temperatura, suavidad, cremosidad, textura) que nos produzca.
Es recomendable usar metáforas, comparaciones, hipérboles, sinestesias. A veces un sabor se describe mejor comparándolo con otro que con un adjetivo. Podemos también hacer evocaciones, recordar...
3) CONCLUSIÓN. En el párrafo final podremos hacer una valoración general y subjetiva de nuestra cata.
EJEMPLO
8. Descripción usando los cinco sentidos.
TIPO DE TEXTO: DESCRIPTIVO
TIPO DE DESCRIPCIÓN: SUBJETIVA
TEMA: DESCRIPCIÓN DE UNA COMIDA FAVORITA USANDO LOS CINCO SENTIDOS
ESTRUCTURA: TÍTULO. 1) INTRODUCCIÓN. 2) CUERPO. 3) CONCLUSIÓN.
LA SANDÍA
AQUELLA MOUSSE DE CHOCOLATE
Nunca he conseguido averiguar el secreto de la mousse de chocolate de mi madre. Me ha dado la receta y se la he visto preparar muchas veces, pero jamás he conseguido hacerla ni probarla igual en ninguna parte. Aunque hace mucho tiempo que no he vuelto a tomarla, recuerdo perfectamente su sabor, que me transporta a la infancia, a los días de celebración, que era cuando se hacía.
Antes de que llegara a la mesa se hacía notar con su aroma intenso, casi invasivo, que llegaba en ráfagas deliciosas, dulces y profundas. Y una vez en la mesa, los niños teníamos que controlarnos para no meter el dedo en esa superficie sobria pero tan prometedora; su apariencia, sin adornos reposteros de ningún tipo, era la de una llanura lisa y marrón con ocasionales grietas y cráteres, como la tierra de un planeta extraño y despoblado. Pero debajo de aquella capa secada por el aire, se escondía un interior apetitoso y brillante, de color más oscuro, casi negro, lleno de diminutos agujeritos de aire, como una esponja.
Al meter la cuchara se producía el leve chasquido de la densa espuma al deshacerse: ya no podía uno esperar más para probarlo. La textura aérea y compacta de las claras montadas se fundía en la boca lentamente y la llenaba toda de sabores que sorprendían por su equilibrio entre el amargor y la dulzura. Su consistencia no era pesada, sino densa y sedosa, gracias al buen trabajo de fusión de las yemas con la poca azúcar que mi madre usaba. Pues no era aquel un chocolate dulzón y lechoso, sino oscurísimo, amargo y aromático, con recuerdos de café y de flores. No se parecía en nada a los postres comerciales, ni tampoco a las mousses que ponían de postre en los bares, ligeras y con un penacho de nata montada; recordaba al corazón del cacao, a lugares exóticos y misteriosos, al poder de atracción de todo lo nocturno y oscuro. Nunca probé otra igual.
Y ahora, después de recordarla, comprendo que prefiero no probarla otra vez, porque ningún postre, ni siquiera está mousse preparada por mi madre en un día especialmente inspirado, podría tener un sabor más delicioso que el que guardo en la memoria y la fantasía y que os he transmitido hoy.
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